VENCEJO COMUN
El
vencejo común (
Apus apus)
[2] es una
especie de
ave apodiforme de la
familia Apodidae propia de
Eurasia y
África.
El vencejo común es un ave especialmente adaptada para el vuelo, con alas
falciformes, cola corta de horquilla poco profunda, boca muy ancha y grande rematada con un pico pequeño, patas muy cortas sin pulgar oponible y garras pequeñas pero de presa extraordinariamente fuerte que le permiten agarrarse a superficies verticales. Su plumaje es negruzco con una pequeña mancha blanquecina o gris clara en la garganta, solo visible a corta distancia. El vencejo común tiene una longitud corporal de 16–17 cm, mientras que su envergadura alar es de 42–48 cm,
[3] lo que en vuelo proporciona a sus alas su característica silueta de amplia media luna.
Desde los mismos orígenes de la
zoología se sospechaba lo que a finales de la década de 1960 se constató: que los vencejos pasan la mayor parte de su vida en el aire: comen, duermen y copulan volando. Únicamente se posan para poner los huevos, incubarlos y criar a sus polluelos. Permanecen en vuelo ininterrumpido durante nueve meses al año.
[8] Las crías abandonan el nido una mañana volando súbitamente, sin necesidad de aprendizaje previo, y no retornan a él jamás. De noche, estas aves se elevan hasta los 2.000 m de altura y allí duermen, volando. Durante el sueño el aleteo se reduce de los habituales diez movimientos por segundo a tan sólo siete. Debido a sus extraños hábitos aéreos, aún se desconocen muchísimas cosas de la vida de estas aves. Anidan en riscos elevados y paredes verticales desde los que reemprenden el vuelo. A causa de su especial morfología alar y sus cortas patas, si caen al suelo experimentan gran dificultad para remontar el vuelo, y necesitan hacerlo desde un sitio elevado.
Es un ave migratoria que a mediados de la primavera boreal (otoño austral) aparece por casi toda
Europa, norte de
África y
Asia Central, mientras que en el invierno boreal (verano austral) se le encuentra en el sur de
África. En el campo, anida gregariamente en taludes pero está especialmente adaptado a los asentamientos humanos. Forma sus nidos bajo cornisas y aleros de edificios y casas. Suele ser fiel a su lugar de anidamiento; vuelve a él y lo reconstruyen cuando hace falta.
El vencejo común se alimenta de minúsculos insectos voladores que atrapa con su amplio pico que mantiene constantemente abierto al volar. También recoge al vuelo los materiales con los que construye el nido.
En cuanto a su reproducción, son de hábito monogámico y presentan un solo periodo de reproducción al año, en las áreas de migración estival. Durante el periodo de nidificación, cada pareja de reproductores hace una sola puesta de 2 a 3 huevos que oscilan entre los 3,2 y 4,2 gramos. El tiempo de incubación es de 19 a 21 días. Las crías abandonan el nido hacia los 35 a 59 días de la eclosión. Los juveniles abandonan el nido volando y de manera definitiva. La madurez reproductiva se alcanza a los dos años de edad.
El desarrollo de los jóvenes nidícolas es diferencial. Los órganos internos (hígado, riñones e intestinos) son los primeros en alcanzar sus pesos definitivos. El sistema esquelético y muscular le siguen en el proceso, y el plumaje de vuelo (remeras y rectrices) es lo que más tarda y marca el final del periodo nidícola. Bajo buenas condiciones alimentarias y de desarrollo, los jóvenes vencejos abandonan el nido con un ligero sobrepeso de 6-7 gramos con respecto a los adultos. Esta reserva les permite afrontar las primeras dificultades de la vida aérea, puesto que el abandono del nido es definitivo.
Ave joven, incapaz todavía de volar.
Es interesante constatar también que el desarrollo de los juveniles en el nido está relacionado en gran medida con la temperatura ambiente. La entrada de frentes fríos o de mal tiempo en las áreas de nidificación disminuye considerablemente la presencia de insectos voladores. Esto conlleva a un alejamiento temporal de los vencejos hacia zonas de mayor oferta o específicamente a los bordes de la zona de baja presión. Este movimiento evasivo se da sobre todo en los individuos de un año, ya que todavía no han nidificado y, por tanto, no están ligados a un emplazamiento fijo; pero incluye también individuos en nidación. Estos movimientos pueden ser de cientos de kilómetros. Los juveniles nidícolas en condiciones normales pueden sobrevivir a la ausencia parental durante cuatro días o más, entrando en un letargo que reduce el ritmo cardíaco de 90 a 20 latidos por minuto y la temperatura corporal de 36-39 °C a cerca de 20 °C.
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